Escribe: Montse Coya Soto
 
 
 
Ilustra: Paula Castel Puig
 
 
 
 
Cinco minutos
 
Me desperté aturdido. Estaba sentando en una silla y tenía las manos atadas a la espalda. No recordaba nada. ¿Dónde estaba? Había una luz que hacía que me marease. ¡Quería gritar! Chillar pidiendo ayuda pero algo me lo impedía. Me tambaleé para tirar la silla, con suerte se rompería, pensé. De repente sentí el olor a cigarro, venía acompañado de una sombra. Me dijo:
 
- Buenos días, por fin te despiertas. No suele durar tanto el efecto pero parece que contigo todo va a ser diferente. ¿Cómo te sientes? ¿Cansado, un poco mareado… o tal vez asustado? - se rio - Tranquilo no te va a pasar nada que no puedas soportar… o eso espero.
 
No entendía nada. ¿Quién era esa mujer? ¿La conocía? ¿Por qué me tenía atado? ¿Qué estaba pasando? Poco a poco mis ojos se iban acostumbrando a la potente luz.
 
- Tranquilo, todo va a ir bien. Solo tienes que poner de tu parte, no te asustes.
 
Yo seguía sin entender nada ¿Por qué seguía sin ayudarme? ¿Por qué no me desataba? Me hablaba dulcemente. De forma calmada y suave. Añadió:
 
- Sabes, me has conocido en un momento extraño de mi vida.
 
Y de repente vi un reflejo en su cara… ¡estaba sosteniendo un cuchillo! Me estaba mareando, tenía unas ganas enormes de vomitar. ¿Qué estaba pasando? Necesitaba huir de ahí. Empecé a hacer movimientos bruscos. ¡Esa mujer estaba loca!  Pero ¿quién era? ¿Y por qué me tenía allí? Continuaba gritando, pero no podía articular palabra. ¿Qué me pasaba?
 
Yo cada vez estaba más alterado. Ella se iba moviendo de manera pausada por la sala con el cuchillo. Lo movía como si fuera una batuta. Entonces, cogió un trapo de la mesa y limpió con él la sangre que se iba deslizando por el cuchillo. Lo hacía muy cuidadosamente y al acabar me miró ladeando la cabeza.
 
- Tranquilo, ya te he dicho que contigo iba a ser diferente. – me dijo mientras me esbozaba una sonrisa burlona. – Por eso te voy a dar cinco minutos. ¿Ves? No soy tan mala.
 
Se me iba acercando lentamente. Sentí pánico. ¡Por qué no podía gritar! Mi corazón iba latiendo cada vez más rápido, me dolía el pecho. Se colocó en mi espalda y me susurro al oído:
 
- No pasa nada, solo voy a desatarte.
 
Cortó las cuerdas. Estaba temblando. Con el cuchillo iba recorriendo mi espalda. Estaba llorando. Lo hizo pasar por mi cuello y luego empezó a jugar con él en mi mejilla.
 
- Shht…tranquilo. Así, buen chico.
 
Me paralice. Cerré los ojos y los apreté muy fuerte. Esto no me podía estar pasando a mí. No sé cuánto tiempo paso pero dejé de sentir el cuchillo por mi cuerpo. Aún así, estaba atemorizado. Poco a poco fui abriendo los ojos. Ahora estaba colocada delante de mí.
 
- Sabes, tienes suerte, a ti te voy a dar una oportunidad. Pero solo una, deberías aprovecharla. A partir de ahora tienes cinco minutos para escapar de aquí.
 
No entendía nada. ¿De qué se trataba todo esto? ¿Porqué yo? ¿Dónde estaba? Ella me miraba desafiante.
 
Me levanté de la silla y me caí al suelo. Estaba frío y húmedo. Me fui arrastrando por él hasta perderla de vista. ¡Tenía que huir de allí! Al final, conseguí levantarme y empecé a correr como pude. Sentía todo el cuerpo entumecido. Con la mano iba palpando la pared, estaba todo a oscuras.
 
- Tic, tac...tic, tac – iba cantando – el tiempo se te acaba…
 
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, no me atrevía a girarme. De fondo escuchaba como ella iba arrastrando el cuchillo por la pared. De repente dejé de oírlo y algo dentro de mí me dijo que tenía que correr. Así que corrí, corrí sin saber por dónde.
 
- ¿Dónde estás? Marco…
 
Y caí al suelo. Estaba viscoso y olía mal. Volvieron a mí las ganas de vomitar. Gire la cabeza y noté algo duro en mi mejilla. Instintivamente lo cogí con la mano. Era algo pequeño y alargado. Parecía entumecido. Lo palpé de arriba abajo. Y me asuste. Era… un dedo. Instintivamente me toqué la otra mano. ¡ERA MI DEDO! Esa loca me había cortado un dedo de la mano izquierda. Pero ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Y por qué no notaba nada? Estaba aturdido.  ¿Qué me había hecho?
 
- ¿No sabes jugar? Tendrías que decir Polo y así me ayudas a encontrarte.
 
Me recompuse como pude y me levanté. Me sentía desorientado, cansado. Me guardé el dedo, mi dedo, en el bolsillo del pantalón. ¿Dónde estaban los otros? De fondo ella seguía hablando pero ya no la entendía. Tropecé. Iba dando tumbos. ¿Cuándo se iba a acabar esto? Continué avanzando, tocando la pared. Solo podía pensar en la pared. Me había fijado que iba todo el rato haciendo eses. Entonces lo vi claro. Estaba en una especie de laberinto. Me tenía encerrado en un laberinto y estaba jugando conmigo. ¿Qué quería de mí?   
 
- ¿Por qué no me contestas? ¿Qué te ha comido la lengua el gato? ¿o… te la han cortado? – Se rio.
 
Me paré en seco. Estaba temblando. Me daba miedo comprobarlo. ¿Era capaz de haberlo hecho? Empecé a llorar. ¡Ni siquiera sabía quién era! ¿Por qué me estaba haciendo esto a mí? Levanté la mano derecha y la fui acercando a la boca… Esa mujer me estaba mutilando. Me derrumbé. Caí de rodillas y me cubrí la cara con las manos. No podía dejar de llorar. ¿Qué me había hecho? ¿Cuánto tiempo llevaba allí? Tenía que conseguir escaparme.
 
- Cálmate, ya queda poco.
 
La sentía cada vez más cerca. Me levanté aturdido. Iba tambaleándome. Ya no tenía fuerzas. No podía aguantar más. Notaba como hasta el corazón me iba latiendo cada vez más lento. Estaba perdido ya no sabía por dónde ir. Me costaba respirar.
Y me alcanzó. La sentía detrás. Me estaba respirando en la nunca. Me rodeó y se puso delante. Solo podía intuir una sombra que no paraba de ladear la cabeza de un lado a otro. De repente se paró en seco y me dijo:
 
- Tenía que hacerlo, eras un monstruo.
 
Me desmayé. 
 
 
"Cinco minutos" de Spocks Negres
Published:

"Cinco minutos" de Spocks Negres

ESCRIBE: Montse Coya Soto ILUSTRA: Paula Castel Puig

Published:

Creative Fields